El 11 de mayo de 2003 murió en
su natal Bélgica mi estimado y querido profesor Paul de Wolf. Han transcurrido
once años desde su partida. No solo se fue un investigador incansable, sino un
maravilloso ser humano, quien junto con su excelentísima esposa Paulita Leclercq
de De Wolf, enseñaron a muchos estudiantes la satisfacción de ser útil.
A mi maestro no
le gustó ser académico de escritorio, su pasión era investigar y generar
conocimiento. En el aula era excelente. Su clase de Semántica I estaba bien
estructurada, sin improvisaciones, con objetivos claros y precisos. También
estuve con él en la materia optativa de náhuatl, una lengua que hablaba con
mucha fluidez. Era un hombre sabio y sencillo, pues nunca vi pedantería ni
soberbia a pesar de su vasto conocimiento. Era un ser humano humilde y
generoso.
El profesor De Wolf, lingüista de
formación, tenía un doctorado en lenguas africanas; hablaba con perfección el
español, inglés, francés y alemán; conocía profundamente la lengua yaqui, el
purépecha y el náhuatl clásico, tan es así que escribió dos diccionarios de
estos últimos, a parte de otros textos que produjo a lo largo de su vida.
Durante mi tiempo de estudiante tuve
maestros buenos, excelentes y al doctor Paul de Wolf. Haber sido su alumno fue
para mí un privilegio. Los trabajos académicos y culturales realizados desde
que egresé de la universidad los he dedicado a él.
El día que murió se leyó el
siguiente verso:
He desplazado una piedra
en un río de la Tierra ,
ahora sé que nunca me olvidarán,
he entregado la prueba de mi existencia
porque con el desplazamiento de esa piedra
la corriente ya no seguirá el
mismo camino.
Mi maestro descansa en paz, pero su
trabajo continúa a través de su legado.
Twitter: @gerardocejag