miércoles, 21 de mayo de 2014

Doctor Paúl de Wolf


El 11 de mayo de 2003 murió en su natal Bélgica mi estimado y querido profesor Paul de Wolf. Han transcurrido once años desde su partida. No solo se fue un investigador incansable, sino un maravilloso ser humano, quien junto con su excelentísima esposa Paulita Leclercq de De Wolf, enseñaron a muchos estudiantes la satisfacción de ser útil.

A mi maestro no le gustó ser académico de escritorio, su pasión era investigar y generar conocimiento. En el aula era excelente. Su clase de Semántica I estaba bien estructurada, sin improvisaciones, con objetivos claros y precisos. También estuve con él en la materia optativa de náhuatl, una lengua que hablaba con mucha fluidez. Era un hombre sabio y sencillo, pues nunca vi pedantería ni soberbia a pesar de su vasto conocimiento. Era un ser humano humilde y generoso.

El profesor De Wolf, lingüista de formación, tenía un doctorado en lenguas africanas; hablaba con perfección el español, inglés, francés y alemán; conocía profundamente la lengua yaqui, el purépecha y el náhuatl clásico, tan es así que escribió dos diccionarios de estos últimos, a parte de otros textos que produjo a lo largo de su vida.

Durante mi tiempo de estudiante tuve maestros buenos, excelentes y al doctor Paul de Wolf. Haber sido su alumno fue para mí un privilegio. Los trabajos académicos y culturales realizados desde que egresé de la universidad los he dedicado a él.

El día que murió se leyó el siguiente verso:

He desplazado una piedra
en un río de la Tierra,
ahora sé que nunca me olvidarán,
he entregado la prueba de mi existencia
porque con el desplazamiento de esa piedra
la corriente ya  no seguirá el mismo camino.

Mi maestro descansa en paz, pero su trabajo continúa a través de su legado.

Twitter: @gerardocejag

lunes, 12 de mayo de 2014

El PRI y sus derivados


De las cinco vocales, la «i» y la «u» son consideradas débiles o cerradas. Por ello cuando forman parte de un diptongo o triptongo y se les coloca la tilde se rompen estos así como las reglas de acentuación.

Las palabras se dividen en agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas. Las agudas llevan el acento prosódico en la última sílaba y se les coloca tilde solo si terminan en «n», «s» o vocal: ra-tón, co-mi-, re-loj, a-mis-tad, Or-tiz. Las graves tienen el acento prosódico en la penúltima sílaba y se acentúan gráficamente siempre y cuando no terminen en «n», «s» o vocal: -rax, -piz, ár-bol, la-ta, mar-gen, cri-sis. Las esdrújulas y sobresdrújulas son las que poseen el acento prosódico en la antepenúltima y una anterior a la antepenúltima sílaba respectivamente y siempre llevan tilde: pe-tró-le-o, llé-ven-se-lo.

El diptongo es la unión de una vocal débil y una fuerte, siempre y cuando el acento no caiga en la primera: ia, ie, io; ai, ei, oi; ua, ue, uo; ao, eu, ou. De igual manera se considera un diptongo la combinación de dos vocales débiles: iu, ui, ii, uu. Se llama triptongo a la unión de tres vocales, dos débiles y una fuerte: iau, uai.

Un hiato se da de varias maneras. Cuando concurren dos vocales fuertes seguidas: a-é-re-o, re-ac-tor, a-or-ta. La otra con dos vocales débiles: je-su-i-ta, re-hu-ir. En ambos se acatan las reglas sobre el uso de la tilde. También se forma un hiato al acentuarse gráficamente la vocal débil cuando está con una fuerte, en estos casos se rompen las reglas. Por ejemplo la palabra «María» dividida en sílabas queda Ma--a, que sería una palabra grave terminada en vocal, la cual según la regla no debería llevar tilde, sin embargo no se aplica. Recordemos entonces que las reglas se rompen siempre y cuando el acento lo tenga la vocal débil «i» o «u» acompañada de una vocal fuerte «a», «e» u «o»: ca-ca--a, ca-í-das, sa--a, -a, tran-se-ún-te, -ho, ba-úl.

Todo lo anterior tiene que ver con la costumbre de acentuar las palabras derivadas del acrónimo PRI (Partido Revolucionario Institucional): priista y priismo. Es frecuente encontrarlas en los medios de comunicación impresos y digitales con acento: “El priísmo sudcaliforniano tendrá carro completo”; “Los priístas hemos aprendido de nuestros errores”. Sin embargo, lo anterior es una falta de ortografía porque al constituirse con dos vocales débiles se deben aplicar las reglas de acentuación conforme lo dictan las Academias de la Lengua. Así pues, dividiéndolas por sílabas tenemos que pri-is-ta y pri-is-mo son palabra graves terminadas en vocal y por ende no llevan tilde.

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lunes, 5 de mayo de 2014

El verbo venir


Por lo regular, uno siempre procura estar preparado para responder a las preguntas sobre la materia que domina, pero por más que nos esforcemos siempre nos sorprenderán, a veces con cosas tan simples que nos recuerda la famosa frase de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”.

Lo anterior viene porque la señora Xóchitl, una compañera de trabajo, me preguntó: “¿Es correcta la palabra «vinimos»?”. El primer pensamiento que tuve fue que no, que se trataba de una manera rústica de decir «venimos», sin embargo, por experiencia no suelo asegurar nada hasta comprobarlo, así que consulté el diccionario y la palabra es totalmente válida. “¡Vaya «descubrimiento»!”, expresaría con decepción mi eximio maestro doctor Paul de Wolf (q. e. p. d.).

“Venimos” y “vinimos” son conjugaciones del verbo “venir” en primera persona del plural. La primera está en tiempo presente y la segunda, en pasado, ambas en modo indicativo. “Venimos todos con gusto y placer a saludarte” nos dice que hoy estamos contentos de verte y saludarte, mientras que “Vinimos todos con gusto y placer a saludarte” expresa que ayer nos dio gusto verte y saludarte.

Y ya que estamos con ello, a quién no le a tocado en más de una ocasión encontrarse al empleado “ortográfico” que nos corrige cuando decimos “Buenos días, venía a hacer un pago” y responde con el clásico “Venía o viene”. Y aunque es correcta la observación, por lo regular en México usamos los  verbos “venir” y “querer” en pretérito imperfecto o copretérito en vez del presente indicativo porque sentimos que es una forma más cortés y menos imperativa de expresarnos: “Quería un licuado de papaya” / “Quiero un licuado de papaya”. También solemos usar más el condicional simple o pospretérito que el presente porque sentimos que es menos autoritario al pedir algo: “Necesitaría tres copias del recibo” / “Necesito tres copias del recibo”; “¿Me prestaría una pluma?” / “¿Me presta una pluma?”; “¿Me haría un favor?” / “¿Me hace un favor?”.

Ese modo particular de pedir o decir algo está muy arraigado entre los mexicanos, lo mismo que expresarnos frecuentemente con diminutivos: “Le voy a poner una inyeccioncita, le dolerá poquito”, aunque sabemos de antemano que las palabras del médico no serán del todo cierto.

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