lunes, 26 de noviembre de 2012

La señora presidenta


No, el tema no es referente a la obra de teatro del actor Gonzalo Vega, sino al sustantivo femenino presidenta. Esta palabra, al igual que otras que han sido feminizadas, causa controversia con respecto a si son correctas o no. Y es que la incursión de las mujeres en actividades que tradicionalmente habían sido desempeñadas sólo por varones, ha provocado cambios socioculturales que también afectan al lenguaje.
No solo presidenta, que es una palabra bien formada y aceptada desde 1803 por la Real Academia Española, sino otras como en la milicia: generala, almiranta, coronela, capitana, tenienta, sargenta. Así mismo: clienta, jueza, ingeniera, abogada, peluquera, arquitecta, magistrada, rectora, gobernadora, alcaldesa, rea, son palabras gramaticalmente correctas pero algunas muy poco usadas.
Estoy de acuerdo que se utilicen palabras específicas para determinar el sexo de la persona en un contexto, lo que es muy diferente a rechazar del uso del genérico masculino y al desdoblamiento léxico. No especificar el sexo de la persona cuando la situación lo permite, podría considerarse sexismo lingüístico. Así pues, en La Paz, lo correcto es “la presidenta municipal” y no “la presidente municipal”. Sin embargo, cuando existe un grupo mixto, lo mejor es usar el genérico masculino: “Los diputados brindaron su apoyo…”, en el entendido que se incluye a los dos sexos; de igual forma, no recomiendo el desdoblamiento léxico: “Las y los diputados…” o “Las diputadas y los diputados…”.
Muchos sustantivos son susceptibles de cambiar su género, no en todos los casos es posible. En los sustantivos comunes se usan los artículos “la” o “el”: la atleta/el atleta, la dentista/el dentista, la taxista/el taxista, la piloto/el piloto, la modelo/el modelo, la testigo/el testigo. Sin embargo, como regla no escrita, la gran mayoría de los sustantivos masculinos pueden cambiar de género sin mayor problema, por ejemplo: bombero/bombera, médico/médica, jefe/jefa, contador/contadora, alfarero/alfarera, campesino/campesina.
Solo como referencia, recordemos que las palabras tienen género y los seres vivos, sexo. El género en las palabras pueden ser: masculino, femenino, común, epiceno, ambiguo. En el sexo, la distinción biológica se define como femenina y masculina.

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lunes, 19 de noviembre de 2012

Lengua y sexo


Como una forma de volver visible a la mujer, instituciones gubernamentales comenzaron a usar términos como “las y los”, “niños y niñas”, “mexicanos y mexicanas”. El origen de ello es precisamente la discriminación que han sufrido las mujeres por muchos años. La emancipación del sexo femenino, su incorporación a puestos de trabajo u oficios tradicionalmente desempeñados por varones ha creado una revolución que poco a poco le va haciendo justicia. El desdoblamiento léxico pretende evitar la discriminación de la mujer, porque según lo expresó la directora general del Instituto Politécnico Nacional, Yoloxóchitl Bustamante Díez, “Lo que no se nombra, no existe”. Sin embargo, este tipo de escritura contraviene a las normas gramaticales, pierde claridad y se sobrecarga innecesariamente.

Algunas personas consideran que el lenguaje debe de evolucionar y eliminar el léxico androcéntrico predominante para que, de este modo, no se interprete lo masculino como universal. Pienso que rechazar sistemáticamente el uso del genérico masculino en los textos como una forma de hacer visible al sexo femenino es un error. El uso del masculino para designar a los dos sexos en el español es aceptado como norma por la mayoría de la gente, dando como resultado una economía del lenguaje. El desdoblamiento léxico sobrecarga cualquier escrito y pongo como ejemplo unos párrafos de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela:
«Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.»
«Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley.».

Cabe aclarar que el desdoblamiento léxico se debe usar solamente cuando el contexto de la oración lo justifica, por ejemplo: “No había razón para que sus hermanos, y mucho menos sus hermanas, vieran tan desagradable espectáculo”.

Este loable experimento no elimina realmente el sexismo lingüístico, porque el problema no está en la gramática sino en las personas. La igualdad entre mujeres y hombres no se consigue con discursos artificiosos, sino con trabajo y leyes adecuadas. Sería interesante conocer si los funcionarios y políticos que usan el desdoblamiento léxico en sus discursos lo hacen también en la cotidianidad. Acaso dirán: “Voy por mis hijos e hijas a la escuela”; “Salúdame a tus hermanos y hermanas, a tus primos y primas, así como a tus tíos y tías”, francamente lo dudo.

El uso del desdoblamiento léxico tiene como fin hacer visible a la mujer y aunque es un recurso válido resulta contraproducente en la práctica, sin embargo, aceptemos el hecho de que se da, pero también quienes no lo usan, no deben de ser considerados como discriminadores de mujeres, no caigamos en extremos.

Para concluir les dejo un caso práctico de lo que yo considero sexismo lingüístico: poner el nombre de “casada” a las primeras damas, porque a mi ver equivale a decir “propiedad de…”. ¿Usted qué opina?

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lunes, 12 de noviembre de 2012

El mayúsculo problema con las mayúsculas


He visto que a las letras mayúsculas, capital o alta como también se les conoce, suelen usarse inadecuadamente en los boletines de prensa de las entidades gubernamentales. Es común que en esos textos encontremos con mayúscula los puestos de los funcionarios públicos, una falta ortográfica muy extendida quizá porque se piensa que la mayúscula le imprime importancia al cargo del servidor público. También puede ser un calco del inglés porque su gramática sí acepta este uso. De igual forma, por  influencia de la lengua inglesa, muchos hispanohablantes escriban con mayúsculas los días de la semana y de los meses. El uso de la mayúscula está bien definido. Nombres propios, al inicio de un escrito, después de punto, son prácticamente donde se debe usar las mayúsculas, aunque como en toda regla, existen las excepciones.

Otra creencia bastante arraigada es decir que las mayúsculas no se acentúan. Las reglas de acentuación se aplican por igual a las palabras, independientemente si llevan mayúscula o minúscula se les debe colocar la tilde o la diéresis, según sea el caso. El origen de esta creencia nace a raíz de la invención de la máquina de escribir, la cual por cuestiones técnicas no podía incorporar el acento para las mayúsculas. Actualmente este problema ha sido superado con los programas de cómputo.  

En las olimpiadas organizadas en Londres, los uniformes de los deportistas mexicanos fueron tema en las redes sociales porque no colocaron el acento en la palabra México, la cual estaba escrita totalmente con mayúsculas. Como ya lo comenté, es una costumbre arraigada entre la población en general, sin embargo, cuando una comunicadora de radio y TV como la señora Fernanda Tapia asegura que las mayúsculas no se acentúan es inadmisible.

Sobre el mismo tema, algunas personas que desconocen las reglas de acentuación, escriben todo con mayúsculas, escudándose en el ya multicitado error de que no se acentúan, creen que así no habrá faltas de ortografía. Por ejemplo, en los registros civiles las actas de nacimiento (así como otros documentos que expiden) están escritas con mayúsculas y sin acentos, lo que puede generar un problema serio. Se supone que nos llamamos tal y como está escrito en el acta de nacimiento, si leo JOSE debo pronunciar JÓse, porque al no llevar acento gráfico en la última sílaba infiero que es una palabra grave que no lleva tilde por terminar en vocal. O el apellido Cosío, que escritos con mayúsculas sería CÓsio. Por sentido común deducimos la pronunciación de lo escrito en las actas, sin embargo, puede generarse algún contratiempo legal si somos muy estrictos.

Un texto solamente con letras mayúsculas resulta de mal gusto. En las redes sociales se recomienda no escribir todo con mayúsculas porque parece que están gritando.

Nuestro alfabeto es de origen latino, y en un principio las letras minúsculas no existían. Su uso data aproximadamente de los siglos VIII y IX d. n. e., y hasta el siglo XV quedó la minúscula carolina como parte integral del abecedario. En las lenguas árabe y hebrea no existen las mayúsculas.

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lunes, 5 de noviembre de 2012

Déficit de vocabulario


¿No tenemos ya suficientes palabras como para crear más? Existen miles de vocablos en nuestro idioma, muchos de ellos ya no se usan y decimos que son arcaicas; otras casi nunca las utilizamos por ser muy especializadas o desconocidas para la gran mayoría de los hablantes.

Se estima que existes unas trescientas mil palabras en el español, aunque nunca las he contado, y por ello prefiero decir mejor que son muchísimas y no ponerles un número limitante. Se dice también que en promedio, una persona común usa alrededor de 300 palabras, 500 si es instruido y alguien que se dedica a la literatura puede usar hasta tres mil palabras.

Independientemente de los datos y cifras, en la realidad cotidiana nos enfrentamos a un déficit de palabras al hablar, principalmente entre los jóvenes y ya muy extendido en los adultos, porque alguna vez ellos fueron muchachos.

Tampoco se trata de sacar en cada charla palabras “domingueras” para lucir instruido, sino darle “nombre y apellido” a los objetos que nombramos. Evitar el uso de “genéricos” cuando platicamos, como la palabra “madre” y sus derivados, los cuales suelen reemplazar al sustantivo adecuado: “Cuánto cuesta esta madr…”, “¡Qué madr… es esto!”, “Dale unos madr…zos a ver si arranca”. La pobreza de palabras no es un indicativo del nivel social del individuo, porque el problema es de hábitos no de dinero. Conocer los términos correctos nos permitirá ampliar nuestro vocabulario y si además desterramos las palabras “fáciles” del hablar cotidiano, mejoraremos sustancialmente nuestro idioma.

Se está haciendo un importante esfuerzo para que las nuevas generaciones lean y escriban más, el camino es largo y difícil, pero si se logra el objetivo será beneficioso para el país. La lectura enriquece sustancialmente nuestro léxico; escribir ayuda a ordenar las ideas y ambas actividades complementaría la formación de ciudadanos valiosos para la patria, que en verdad los necesita.

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