lunes, 17 de diciembre de 2012

Las indescifrables abreviaturas, siglas y acrónimos


El origen de las siglas, y por ende el de los acrónimos, son las abreviaturas. La idea de abreviar palabras no es muy clara, algunas fuentes sugieren que en la antigüedad se intentaba ahorrar material de escritura (el cual era caro y escaso) y tiempo. Se estima que las abreviaturas del pasado anteceden a la actual taquigrafía.

Las abreviaturas en el español se forman por contracción y truncamiento, y todas llevan un punto al final: lic., dom., blvd., S. A., C. V., S. R. L. Cabe aclara que los símbolos no son abreviaturas. Por supuesto que existen ciertos criterios para abreviar palabras así como su uso. Lo ideal de acotar palabras es que se entienda lo que se escribe y no provoque ambigüedad al leer. Regularmente aparecen en listas, fórmulas de tratamiento, saludos o despedidas. Hay abreviaturas que no llevan punto sino una barra inclinada porque son palabras compuestas: a/a por aire acondicionado, b/n por blanco y negro. Cuando una abreviatura indica palabras en plural se pone doble letra: EE. UU. por Estados Unidos; FF. CC. por ferrocarriles; DD. HH. por derechos humanos. Hay que recordar que al abreviar se debe colocar el acento si lo lleva, por ejemplo: pág. o págs.

Las siglas son palabras que se forman tomando la primera letra que compone un nombre complejo: SHCP por Secretaría de Hacienda y Crédito Público, STPS por Secretaría del Trabajo y Previsión Social, DGSPPPTM por Dirección General de Seguridad Pública, Policía Preventiva y Tránsito Municipal. En las siglas se omiten los puntos.

Se denomina acrónimos a las siglas que pueden leerse como una palabra: Pemex, OTAN, Conacyt, SAT, ONU, IVA, PIB, Conaculta. Entre las novedades que las Academias de la Lengua incorporaron a los acrónimos es que se pueden escribir, después de la mayúscula inicial, con minúsculas, siempre y cuando tenga más de cuatro letras.

Los medios impresos se apoyan en gran medida en el uso de siglas y acrónimos debido al espacio para las notas, lo cual es válido si no se abusa de este recurso y le dan al lector referencias para comprender el texto. Sin embargo, en los medios electrónicos como la Radio y la Televisión se consideran un error usarlos.

Abreviamos Baja California Sur como B. C. S. con espacio entre punto y punto, pero también lo hacemos como BCS, es decir, creamos una sigla; sin embargo, la duda es ¿cuál usar? Yo recomiendo usar la abreviatura cuando le antecede el nombre de alguno de los municipios y el acrónimo al referirse al estado: La Paz, B. C. S.; Aumentó el turismo en BCS.

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lunes, 10 de diciembre de 2012

No es lo mismo decir…


A veces queremos decir una cosa y expresamos otra. En ocasiones encontramos anuncios como “Se solicitan personas de ambos sexos para laborar como…”, aunque la mayoría sobreentendemos que necesitan hombres y mujeres para un trabajo, lo en realidad dice es que requieren gente hermafrodita, es decir, personas con ambos órganos sexuales. Ahora bien, para evitar este malentendido suelen reemplazarlo por: “Se solicitan personas de sexo indistinto para laborar como…”, pero al igual que el otro resulta excluyente, porque “indistinto” significa que no se puede distinguir, es decir, que carezcan de las cualidades físicas necesarios para diferenciar si es mujer u hombre. Con decir “se solicita personal…” evitamos confusiones.

Siguiendo con el sexo, en los boletines policiacos es frecuente encontrar lo siguiente: “En un recorrido de sobrevigilancia, los elementos policiacos observaron a una persona del sexo masculino, la cual al notar la presencia de los uniformados…”, lo que entendemos es que los uniformados vieron a un hombre sospechoso; sin embargo lo que en realidad dice es que los guardianes del orden observaban el aparato sexual del individuo. Lo más adecuado hubiera sido reemplazar “del” por “de”.

Un caso parecido al anterior, decir que: “Los elementos de la Cruz Roja recogieron a una persona del sexo masculino sangrando”, es distinto a leer: “Los elementos de la Cruz Roja recogieron a una persona de sexo masculino sangrando”; en el primero entendemos que los socorristas atendieron a un hombre que sufrió lesiones en el órgano masculino que sirve para la reproducción, conocido de manera más breve como pene. Mientras que en el segundo caso, los paramédicos ayudaron a una persona de sexo masculino que sangraba por alguna lesión ocasionada por algo o alguien.

Hace poco se publicó una nota que más o menos decía: “Elementos del Ejército asesina a varios sicarios en enfrentamiento”. Lo que sucedió fue que en un enfrentamiento entre elementos de las fuerzas armadas contra delincuentes, varios de ellos sucumbieron ante las balas de los guardianes del orden. El término “asesinar” se define como “matar a alguien con premeditación, alevosía y ventaja”, cosa que no sucedió. Probablemente al editor se le hizo fácil usar “asesinar” por “matar”, dos términos que en primera instancia aluden a “quitar la vida”, pero el primero define claramente como se hace y el segundo necesita un complemente para entender el contexto. En caso que los soldados hubieran “asesinado” a los delincuentes entonces estarían cometiendo un delito.

Y ya en el tema sobre delincuencia, en la canción que dice: “Se agarraron a balazos policías y ladrones…” nos cuenta la historia de personajes sudcalifornianos que se enfrentaron a unos maleantes con armas de fuego, sin embargo, hay un error sintáctico porque un “balazo” es el impacto de bala disparada con arma de fuego y la herida causada por una bala. Lo que se debió escribirse es: “Se agarraron a tiros policías y ladrones…”, y en el resultado de la refriega podríamos confirmar si el “Nalgas de oro” y el “Popochas” recibieron algún balazo.

No es lo mismo decir: “El personal de la Casa Blanca evacuó inmediatamente cuando se disparó la alerta de bomba”, que “La Casa Blanca fue evacuada inmediatamente cuando se disparó la alerta de bomba”. Lo que se quiere informar es que en la Casa Blanca se descubrió un paquete sospechoso que podría ser una bomba y el Servicio Secreto ordenó desalojar el edificio como medida de seguridad. Sin embargo, en la primera oración nos dice que los trabajadores que fueron desalojados se asustaron tanto que evacuaron en el lugar a causa del miedo. La segunda oración corresponde a los hechos descritos.

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lunes, 3 de diciembre de 2012

El punto y sus alcances


El punto (.) es un signo gramatical cuya función es delimitar a los enunciados; en el lenguaje hablado equivale a una la pausa. Su origen se remonta al siglo III a. n. e. y se usaba para delimitar segmentos prosódicos y de ritmo. Antiguamente los textos eran leídos en voz alta, ya que la falta de imprenta aunada a que la mayoría de la población era analfabeta, impedía su difusión masiva. En este contexto, era necesario hacer pausas en la lectura para que el mensaje no perdiera su sentido, por ello los escribas utilizaban símbolos para marcarlas. Fue hasta el siglo XVIII cuando la Real Academia Española reconoce la necesidad de crear reglas para los signos de puntuación.

Las actuales reglas para el uso del punto son conocidas por casi todos. Sin embargo, este signo suele causar confusión cuando va acompañada por otros. Uno de los errores más comunes es colocarlo después de un signo de interrogación o admiración (?./!.) porque ambos ya incluyen un punto. Tampoco es necesario ponerlo después de los tres puntos (….) ya que por regla este último puede indicar el final de una oración. El punto y la coma no se llevan bien una después de la otra (,.) porque causa confusión, muy diferente es el punto y coma (;) que ese sí es otro signo gramatical. Error también es usarlo delante de dos puntos (:.). Las siglas o acrónimos no llevan puntos (EUA, Pemex, SHCP), pero sí las abreviaturas (págs., atte., a. J. C., EE. UU., q. e. p. d.).

En un texto literario, el punto puede tener un papel más que delimitador. El escritor logra crear imágenes con su uso; incluso algunos autores lo han omitido en su totalidad creando una vorágine al leerlo porque no sabemos exactamente dónde detenernos. Hay un cuento de Federic Brow llamado “Cero en geometría” en donde el uso de los puntos recrea el tic-tac de un reloj. Le dejo el texto para que lo disfrute.

“Henry miró el reloj. Dos de la madrugada. Cerró el libro con desesperación. Seguramente que mañana sería reprobado. Entre más quería hundirse en geometría, menos la entendía. Dos fracasos ya, y sin duda iba a perder un año. Sólo un milagro podría salvarlo. Se levantó, ¿un milagro?, ¿por qué no? Siempre se había interesado en la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones sencillísimas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había hecho la prueba. Era el momento ahora o nunca.

Sacó del estante el mejor libro sobre magia negra. Era fácil. Algunas fórmulas. Ponerse un abrigo en un pentágono. El demonio llega. No puede nada contra uno, y se obtiene lo que se quiera. Probemos.

Movió los muebles hacia la pared. Después dibujó sobre el piso, con un gis, el pentágono protector. Pronunció las palabras cabalísticas. El demonio era horrible de verdad, pero Henry hizo acopio de valor y se dispuso a dictar su voluntad.
—Siempre he tenido cero en geometría —empezó.
—A quién le dices... —contestó el demonio con burla.
     Y saltó las líneas del hexágono para devorar a Henry, que el muy idiota había dibujado en lugar de un pentágono”.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

La señora presidenta


No, el tema no es referente a la obra de teatro del actor Gonzalo Vega, sino al sustantivo femenino presidenta. Esta palabra, al igual que otras que han sido feminizadas, causa controversia con respecto a si son correctas o no. Y es que la incursión de las mujeres en actividades que tradicionalmente habían sido desempeñadas sólo por varones, ha provocado cambios socioculturales que también afectan al lenguaje.
No solo presidenta, que es una palabra bien formada y aceptada desde 1803 por la Real Academia Española, sino otras como en la milicia: generala, almiranta, coronela, capitana, tenienta, sargenta. Así mismo: clienta, jueza, ingeniera, abogada, peluquera, arquitecta, magistrada, rectora, gobernadora, alcaldesa, rea, son palabras gramaticalmente correctas pero algunas muy poco usadas.
Estoy de acuerdo que se utilicen palabras específicas para determinar el sexo de la persona en un contexto, lo que es muy diferente a rechazar del uso del genérico masculino y al desdoblamiento léxico. No especificar el sexo de la persona cuando la situación lo permite, podría considerarse sexismo lingüístico. Así pues, en La Paz, lo correcto es “la presidenta municipal” y no “la presidente municipal”. Sin embargo, cuando existe un grupo mixto, lo mejor es usar el genérico masculino: “Los diputados brindaron su apoyo…”, en el entendido que se incluye a los dos sexos; de igual forma, no recomiendo el desdoblamiento léxico: “Las y los diputados…” o “Las diputadas y los diputados…”.
Muchos sustantivos son susceptibles de cambiar su género, no en todos los casos es posible. En los sustantivos comunes se usan los artículos “la” o “el”: la atleta/el atleta, la dentista/el dentista, la taxista/el taxista, la piloto/el piloto, la modelo/el modelo, la testigo/el testigo. Sin embargo, como regla no escrita, la gran mayoría de los sustantivos masculinos pueden cambiar de género sin mayor problema, por ejemplo: bombero/bombera, médico/médica, jefe/jefa, contador/contadora, alfarero/alfarera, campesino/campesina.
Solo como referencia, recordemos que las palabras tienen género y los seres vivos, sexo. El género en las palabras pueden ser: masculino, femenino, común, epiceno, ambiguo. En el sexo, la distinción biológica se define como femenina y masculina.

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lunes, 19 de noviembre de 2012

Lengua y sexo


Como una forma de volver visible a la mujer, instituciones gubernamentales comenzaron a usar términos como “las y los”, “niños y niñas”, “mexicanos y mexicanas”. El origen de ello es precisamente la discriminación que han sufrido las mujeres por muchos años. La emancipación del sexo femenino, su incorporación a puestos de trabajo u oficios tradicionalmente desempeñados por varones ha creado una revolución que poco a poco le va haciendo justicia. El desdoblamiento léxico pretende evitar la discriminación de la mujer, porque según lo expresó la directora general del Instituto Politécnico Nacional, Yoloxóchitl Bustamante Díez, “Lo que no se nombra, no existe”. Sin embargo, este tipo de escritura contraviene a las normas gramaticales, pierde claridad y se sobrecarga innecesariamente.

Algunas personas consideran que el lenguaje debe de evolucionar y eliminar el léxico androcéntrico predominante para que, de este modo, no se interprete lo masculino como universal. Pienso que rechazar sistemáticamente el uso del genérico masculino en los textos como una forma de hacer visible al sexo femenino es un error. El uso del masculino para designar a los dos sexos en el español es aceptado como norma por la mayoría de la gente, dando como resultado una economía del lenguaje. El desdoblamiento léxico sobrecarga cualquier escrito y pongo como ejemplo unos párrafos de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela:
«Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.»
«Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley.».

Cabe aclarar que el desdoblamiento léxico se debe usar solamente cuando el contexto de la oración lo justifica, por ejemplo: “No había razón para que sus hermanos, y mucho menos sus hermanas, vieran tan desagradable espectáculo”.

Este loable experimento no elimina realmente el sexismo lingüístico, porque el problema no está en la gramática sino en las personas. La igualdad entre mujeres y hombres no se consigue con discursos artificiosos, sino con trabajo y leyes adecuadas. Sería interesante conocer si los funcionarios y políticos que usan el desdoblamiento léxico en sus discursos lo hacen también en la cotidianidad. Acaso dirán: “Voy por mis hijos e hijas a la escuela”; “Salúdame a tus hermanos y hermanas, a tus primos y primas, así como a tus tíos y tías”, francamente lo dudo.

El uso del desdoblamiento léxico tiene como fin hacer visible a la mujer y aunque es un recurso válido resulta contraproducente en la práctica, sin embargo, aceptemos el hecho de que se da, pero también quienes no lo usan, no deben de ser considerados como discriminadores de mujeres, no caigamos en extremos.

Para concluir les dejo un caso práctico de lo que yo considero sexismo lingüístico: poner el nombre de “casada” a las primeras damas, porque a mi ver equivale a decir “propiedad de…”. ¿Usted qué opina?

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lunes, 12 de noviembre de 2012

El mayúsculo problema con las mayúsculas


He visto que a las letras mayúsculas, capital o alta como también se les conoce, suelen usarse inadecuadamente en los boletines de prensa de las entidades gubernamentales. Es común que en esos textos encontremos con mayúscula los puestos de los funcionarios públicos, una falta ortográfica muy extendida quizá porque se piensa que la mayúscula le imprime importancia al cargo del servidor público. También puede ser un calco del inglés porque su gramática sí acepta este uso. De igual forma, por  influencia de la lengua inglesa, muchos hispanohablantes escriban con mayúsculas los días de la semana y de los meses. El uso de la mayúscula está bien definido. Nombres propios, al inicio de un escrito, después de punto, son prácticamente donde se debe usar las mayúsculas, aunque como en toda regla, existen las excepciones.

Otra creencia bastante arraigada es decir que las mayúsculas no se acentúan. Las reglas de acentuación se aplican por igual a las palabras, independientemente si llevan mayúscula o minúscula se les debe colocar la tilde o la diéresis, según sea el caso. El origen de esta creencia nace a raíz de la invención de la máquina de escribir, la cual por cuestiones técnicas no podía incorporar el acento para las mayúsculas. Actualmente este problema ha sido superado con los programas de cómputo.  

En las olimpiadas organizadas en Londres, los uniformes de los deportistas mexicanos fueron tema en las redes sociales porque no colocaron el acento en la palabra México, la cual estaba escrita totalmente con mayúsculas. Como ya lo comenté, es una costumbre arraigada entre la población en general, sin embargo, cuando una comunicadora de radio y TV como la señora Fernanda Tapia asegura que las mayúsculas no se acentúan es inadmisible.

Sobre el mismo tema, algunas personas que desconocen las reglas de acentuación, escriben todo con mayúsculas, escudándose en el ya multicitado error de que no se acentúan, creen que así no habrá faltas de ortografía. Por ejemplo, en los registros civiles las actas de nacimiento (así como otros documentos que expiden) están escritas con mayúsculas y sin acentos, lo que puede generar un problema serio. Se supone que nos llamamos tal y como está escrito en el acta de nacimiento, si leo JOSE debo pronunciar JÓse, porque al no llevar acento gráfico en la última sílaba infiero que es una palabra grave que no lleva tilde por terminar en vocal. O el apellido Cosío, que escritos con mayúsculas sería CÓsio. Por sentido común deducimos la pronunciación de lo escrito en las actas, sin embargo, puede generarse algún contratiempo legal si somos muy estrictos.

Un texto solamente con letras mayúsculas resulta de mal gusto. En las redes sociales se recomienda no escribir todo con mayúsculas porque parece que están gritando.

Nuestro alfabeto es de origen latino, y en un principio las letras minúsculas no existían. Su uso data aproximadamente de los siglos VIII y IX d. n. e., y hasta el siglo XV quedó la minúscula carolina como parte integral del abecedario. En las lenguas árabe y hebrea no existen las mayúsculas.

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lunes, 5 de noviembre de 2012

Déficit de vocabulario


¿No tenemos ya suficientes palabras como para crear más? Existen miles de vocablos en nuestro idioma, muchos de ellos ya no se usan y decimos que son arcaicas; otras casi nunca las utilizamos por ser muy especializadas o desconocidas para la gran mayoría de los hablantes.

Se estima que existes unas trescientas mil palabras en el español, aunque nunca las he contado, y por ello prefiero decir mejor que son muchísimas y no ponerles un número limitante. Se dice también que en promedio, una persona común usa alrededor de 300 palabras, 500 si es instruido y alguien que se dedica a la literatura puede usar hasta tres mil palabras.

Independientemente de los datos y cifras, en la realidad cotidiana nos enfrentamos a un déficit de palabras al hablar, principalmente entre los jóvenes y ya muy extendido en los adultos, porque alguna vez ellos fueron muchachos.

Tampoco se trata de sacar en cada charla palabras “domingueras” para lucir instruido, sino darle “nombre y apellido” a los objetos que nombramos. Evitar el uso de “genéricos” cuando platicamos, como la palabra “madre” y sus derivados, los cuales suelen reemplazar al sustantivo adecuado: “Cuánto cuesta esta madr…”, “¡Qué madr… es esto!”, “Dale unos madr…zos a ver si arranca”. La pobreza de palabras no es un indicativo del nivel social del individuo, porque el problema es de hábitos no de dinero. Conocer los términos correctos nos permitirá ampliar nuestro vocabulario y si además desterramos las palabras “fáciles” del hablar cotidiano, mejoraremos sustancialmente nuestro idioma.

Se está haciendo un importante esfuerzo para que las nuevas generaciones lean y escriban más, el camino es largo y difícil, pero si se logra el objetivo será beneficioso para el país. La lectura enriquece sustancialmente nuestro léxico; escribir ayuda a ordenar las ideas y ambas actividades complementaría la formación de ciudadanos valiosos para la patria, que en verdad los necesita.

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martes, 30 de octubre de 2012

Entre ocupar y necesitar


Cada día es más común escuchar frases u oraciones como: “¿Ocupas algo de la tienda?”; “Ocupo que lleves esto a Contabilidad”; “¿Qué documentos ocupan para el trámite?”; “¿Ocupa dinero?, yo le presto”; “Estoy ocupando la computadora”. En los ejemplos señalados la correcta redacción sería: “¿Necesitas algo de la tienda?”; “Necesito (o quiero) que lleves esto a Contabilidad”; “¿Qué documentos necesita (o requiere) para el trámite?”; “¿Necesita dinero?, yo le presto”: “Estoy usando la computadora”.

“Ocupar” se ha vuelto un “verbo fácil”. Se les denomina así a aquellos verbos que se usan para toda ocasión y limitan nuestro vocabulario. La lista de estos la componen las siguientes palabras: hacer, estar, haber, tener, ser, poner, decir, ver y producir.

Cuando hablamos, pocas veces nos damos cuenta que usamos continuamente los verbos fáciles, además de las acostumbradas muletillas como “me entiendes”, “me explico”, “hey” o “eda”. El problema surge al escribir. Un texto con palabras repetidas resulta pobre y hasta confuso. Los verbos fáciles son válidos siempre y cuando encajen adecuadamente en el contexto de la oración, de no ser así lo mejor es buscar la palabra precisa para ello.

Suelo recomendar a los estudiantes que procuren leer para enriquecer su vocabulario, así mismo, que traten de escribir con mayor frecuencia sin olvidar releer su trabajo para detectar los verbos fáciles.

Volviendo al verbo que nos ocupa, el diccionario de la Real Academia Española lo define como:
Tomar posesión o apoderarse de un territorio, de un lugar, de un edificio, etc., invadiéndolo o instalándose en él.
Obtener, gozar un empleo, dignidad, mayorazgo, etc.
Llenar un espacio o lugar.
Habitar una casa.
Dar que hacer o en qué trabajar, especialmente en un oficio o arte.
Embarazar o estorbar a alguien.
Llamar la atención de alguien; darle en qué pensar.
Emplearse en un trabajo, ejercicio o tarea.
Preocuparse por una persona prestándole atención.
Poner la consideración en un asunto o negocio.
Asumir la responsabilidad de un asunto, encargarse de él.

Como se puede comprobar con estas definiciones, resulta inapropiado usar “ocupar” como muchas personas lo hacen actualmente. Sin embargo, en un futuro, las Academias de la Lengua lo podrían aceptar como una forma coloquial de hablar en nuestro país, claro en el caso de que su uso se extienda y arraigue en toda la población.

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lunes, 22 de octubre de 2012

El dialecto sudcaliforniano

Flora sudcaliforniana/Cortesía de Brenda Covarrubias

Se conoce como dialecto a una variación regional de la lengua. En todos los idiomas existen los dialectos y estos se producen principalmente por los espacios geográficos. El origen del dialecto a veces es difícil de rastrear porque en muchas ocasiones obedece a deformaciones de palabras arcaicas, préstamos de lenguas extranjeras, onomatopeyas u ocurrencias de algún personaje de la región, que de alguna forma se conservan y transmiten por tradición oral. Baja California Sur posee una extensa gama de palabras y frases dialectales. Incluso existe un diccionario, el cual por desgracia no lo he podido conseguir.

Los dialectos, a diferencia de las lenguas, carecen de reglas, y por esa razón el significado de una palabra o frase no se entiende en su totalidad en otras partes del país o incluso de fuera de él. Términos como papaya o concha, palabras comunes entre los mexicanos, pueden ser ofensivas en algunas naciones. También el regionalismo suele ser motivo de fracaso para comediantes, quienes en su tierra son un éxito, pero fuera de ella son incomprendidos.

Rescatar las frases y palabras regionales es un trabajo serio aunque nos dé risa. Investigadores locales se han dado a la tarea de recoger los regionalismos, incluso las autoridades apoyaron la creación de una lotería paceña a modo de mantener viva esta parte de la lengua hablada.

El “sudcaliforniano” es un dialecto y como tal no resulta sencillo para las personas que vienen del macizo continental. Por ello, me permito redactar esta breve lista de palabras regionales para un mejor entendimiento.
“Tagualilas” o “chúntaros renegados”: Personas de otros lugares que se establecen en el estado.
“Huevo de aura”: Gente de quien de habla mucho pero nunca la conocemos.
“Cochito con mal de ojo”: Deudores que se esconden para no pagar.
“Zurrapas”: Son las migajas de pan.
“Espejear”: Ir en reversa mirando por el espejo.
“Colte”: tener una lesión en el cuello que te impide girar la cabeza.
“Resolana”: Calor bajo la sombra.
“Parquear”: Estacionar el auto.
“Fresco”: Término para referirse a los homosexuales.
“Puchar”: Empujar.
“Chopito”: Un queso muy sabroso.
“Chunique”: Hueso de la ciruela.
“Entelerido”: Es alguien débil.
“Lo vas a recordar”: Si el bebé duerme y haces mucho ruido lo puedes despertar.
“Las matas”: Son simplemente plantas.
“Cachora”: Lagartija común y corriente.
“Churido”: Algo muy maltratado o chueco.
“Muy alto pa bajo”: Significa un pozo muy profundo.
“El cebado”: Amante de tu esposa.
“¡Me, puchi mano, verá!”: Expresión útil para muchas ocasiones.
El “zalate” y la “talega”: Tienen una connotación sexual.
“Pariente”: Equivale al “compa” o amigo.
Andar “huilo”: Cuando te lesionas una pierna.
“Lurio” es una persona feliz.
“Bembo”: Alguien menso.
“¡A la bestia!”: Resulta ser una expresión se asombro, principalmente usada por jóvenes.

Antes de terminar, una recomendación si viaja a Jalisco o Michoacán. Al comprar tomates, pida jitomates o le darán tomatillos, y si va a comer tacos, nunca pida “con tortilla de harina” porque entonces usted será la botana.

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lunes, 15 de octubre de 2012

La escritura y sus reglas

Pienso que la palabra escrita es el segundo mejor invento del ser humano, el primero, definitivamente, es el amor. Al igual que el fuego, las palabras han logrado mantener unidas a las personas, ya sea como nación, pueblo o tribu. Las palabras son esos sonidos que tienen sentido al ser escuchados. Las aprendemos imitando a quienes nos rodea y sin saber cómo exactamente, comenzamos a hablar y a comunicarnos con los demás.

Las palabras escritas, al fin de cuentas, son signos que poseen un código. En la escuela nos enseñan a decodificar: primero las vocales, luego con las sílabas y finalmente vamos aprendiendo a formar palabras a partir de las sílabas. Quién no recuerda esta oración “Ese oso se asea”. Sin embargo, el proceso no termina ahí. Durante los doce años que dura la educación básica, media básica y media superior, conocemos otros elementos que se usan para escribir. Aprendemos reglas de acentuación y puntuación, ortografía, sintaxis… Al igual que en una clase de Biología, nos enseñan a diseccionar una oración cual si fuera un sapo: artículo, sustantivo, verbo y complemento.

El problema real viene cuando tenemos que escribir textos más complejos. Pues a diferencia del lenguaje hablado, donde además de la voz nos apoyamos con gesticulaciones y elementos del entorno para expresar lo que queremos, el lenguaje escrito no tiene esa facilidad. Un texto es una estructura que necesita coherencia para ser comprendido, de otro modo resultará oscuro e indescifrable. Al escribir, debemos de escoger las palabras adecuados para trasmitir nuestro mensaje.

No está de más señalar que el lenguaje hablado fue primero y después el escrito. De ahí surge el conflicto entre hablar y escribir. Muchos pueblos fueron analfabetos porque la habilidad de leer y escribir (decodificar signos) estaba reservada para grupos muy cerrados. En el siglo XIII, el rey Alfonso el “Sabio” le dio al castellano (hoy en día español para las Américas) la calidad de lengua. Al masificarse la escritura se tuvo que normar, de eso no fue hace mucho, porque en 1713 se creó la Real Academia de la Lengua.

Algunas personas opinan que las reglas de ortografía y redacción están de más. Consideran como innecesario tener dos o tres letras con el mismo sonido que únicamente provocan errores al redactar. Piden, en casos más extremos, eliminar esas grafías y conservar solo una. A las letras que se refieren son: b-v, c-k-s-z, g-j, i-y, además de la “h” por ser muda. También cuestionan el uso de los acentos, comas, puntos y comas, dos puntos… En pocas palabras, piden que se escriba tal como se habla. Por suerte, es muy poca la gente que apoya estos cambios. Es cierto que en los mensajes de texto de los actuales medios electrónicos suele usarse estas “normas”, aunque se hace por lo limitado del espacio para “mensajear” y suele ser aceptado hasta por académicos.

Las normas de ortografía son fundamentales para mantener la unidad y la claridad del idioma. Al igual que una ciudad necesita de reglamentos para transitar con seguridad en las calles, la escritura requiere de una estructura lógica para entenderla, de otro modo reinaría en caos. La verdad es que no se aprende ortografía solamente estudiando reglas, sino a través de la práctica sistemática, es decir, leyendo y escribiendo.

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